Siempre fui una persona de mente abierta, dialogante, empática… Sería fácil echar la culpa a los demás y decir que me habéis vuelto intolerante. Seré justa: me he vuelto intolerante a consecuencia de lo que se me ha obligado a ver y a vivir. Y me apena decirlo, pero es cierto: la tolerancia ha salido de la ecuación en mi vida.
Con la tolerancia, por parte de nuestros gobiernos (todos) y sus políticos, se ha conseguido que España sea un pelele del que cualquiera se puede aprovechar y al que se puede agredir y/o manipular. Me enorgullecía decir que respeto ideologías, religiones, culturas… Pero ya no. No puedo respetar culturas que me masacrarían solo por ser mujer. No puedo respetar religiones que me matarían solo por no compartir su fe. No puedo respetar ideologías políticas que no respetan nuestra opinión, nuestras leyes, nuestra seguridad, nuestra forma de querer vivir en unión y comunidad.
Sé que no tengo vuestro respeto. No me importa en absoluto. Vosotros habéis perdido el mío. Y lo que voy a decir no es para nada políticamente correcto, pero el no afrontar lo que sucede, de una manera clara y contundente, nos está llevando a la ruina, tanto moral como económica.
Si vienes a mi país y entras en él saltándote la ley o permaneces en él de manera ilegal, me estás faltando al respeto. A mí y a todos los inmigrantes que sí se cuidan de hacer las cosas bien. No te voy a respetar.
Si vienes a mi país exigiendo que se te ayude con nuestro dinero y nuestros servicios, esperando vivir de lo que aportamos los demás mientras tú no aportas, en lugar de venir a mi país a progresar, a crecer, a tener una vida mejor a base de tu trabajo, tu esfuerzo y nuestro apoyo en forma de oportunidades: no te voy a respetar.
Si vienes a mi país a engañar, a mentir, a robar, a violar y encima te jactas de que se vive mejor en nuestras cárceles que en tu país, no sólo no te voy a respetar, sino que no te quiero aquí y haré lo que esté en mi mano para que se te pueda echar de mi país y yo no tenga que pagar tu manutención con mis impuestos, ni siquiera en nuestras cárceles.
Si vienes a mi país imponiendo tus costumbres, rechazando las mías y para relacionarte solo con los que son como tú, no te voy a respetar y querré que te vayas, porque no tiene ningún sentido que hayas venido y tu presencia no enriquece en nada a mi país ni a mí.
Si vives en mi país, me da igual que seas de aquí o no, si favoreces a este tipo de gente, te lucras montando organizaciones para ayudarles y te preocupas por justificar su entrada o permanencia en mi país: No, no te voy a respetar y desearé que todo lo que apoyas, que toda la mierda que subvencionas y proteges, se vuelva en tu contra de la manera que sea. Y no creo en el karma.
Si vives en mi país y no te gusta: márchate. Tal vez así pueda respetarte.
Pero si te quedas, respétalo, quiérelo, preocúpate por cómo puedes hacer que mejore, valora las ventajas de vivir en un gran país, en lugar de pensar únicamente en qué puedes sacar de él.
Si vives en mi país, hayas nacido donde hayas nacido, pero no te gustan sus leyes, no quieres ser español, no quieres acatar nuestra convivencia en comunidad, quieres imponer a los demás tus ideas incluso de una manera violenta… La solución es fácil: busca otro país que te guste y te acoja y márchate. No esperes que mi país te regale un trozo de su tierra para que hagas con él lo que quieras. No esperes que mi país te regale todo el tiempo, dinero y esfuerzo que todos los españoles hemos invertido durante décadas en la tierra en la que vives, para que tú tengas el pequeñito país cuqui en el que quieres vivir con los cuatro exaltados fanáticos como tú.
Es simple: no quieres ser español, no te gusta España, no tienes nada bueno que aportar o no quieres hacerlo, solo te preocupa recibir y todo es TÚ, TÚ, TÚ, TÚ… Pues es verdad, no eres español, aunque lo ponga en tu DNI. El que lo es de verdad lo lleva también anotado en el corazón.
Así que no sé qué haces viviendo de un país que no quieres y no te gusta, habiendo tantos en el mundo. Si apoyas, justificas o provocas la violencia y el enfrentamiento, el abuso, el blanqueo de estas actitudes y comportamientos que están rompiendo mi corazón, mi país y a mis vecinos… Te pido, por favor, que ni me hables. No te quiero tratar y no te voy a respetar si lo hago. No lo mereces. Ya me has hartado.