Esta tarde quedé en mi barrio con una amiga a tomar café. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Escogí el pequeño bar de la esquina, porque el dueño se ha gastado dinero en poner una estufa exterior y cubrir una pequeña terraza para los que tenemos el horrible vicio de fumar.
Mi amiga y yo nos pedimos un par de cafés y estuvimos charlando tranquilamente y poniéndonos al día. Tras un rato largo, pedimos la cuenta, la mujer del dueño nos trae el cambio y cuando nos levantamos nos dice: «Sed felices». Yo sonrío. Mi amiga le dice que igualmente.
Le pregunto a mi amiga si no le importa acompañarme a hacer unos recados mientras seguimos charlando, a lo que accede encantada. Voy al súper al lado de casa a comprar galletas y pan de sándwich. Al pagar en la caja, la cajera me da el ticket y nos dice: «Sed felices». Yo le sonrío. Mi amiga tiene cara de sorpresa, pero responde: «igualmente».
Después vamos a la bodega de debajo de mi casa. Compro unas Coca-Colas. César, me cuenta que ya se jubila y que cerrará pronto. Me da lástima pero me alegro de que tenga tiempo para descansar. Cuando salimos nos dice: «Sed felices». Yo le miro y sonrío. La cara de alucinada de mi amiga la deja sin palabras.
Por último, voy a la tienda de arreglos a recoger una cazadora que tenía una manga descosida. Mi amiga se queda esperando fuera, echando un cigarro. Mercedes me da la chaqueta y me cuenta que su hijo por fin aprobó la oposición. Me acompaña a la puerta y para despedirse de mí me dice: «Sé feliz». Mi amiga lo escucha y no puede más:
– Oye, ¿por qué todo el mundo en tu barrio se despide diciéndote «sé feliz»?
Si os estáis haciendo la misma pregunta que me hizo mi amiga, por qué todo el mundo en mi barrio se despide diciendo «sé feliz», os daré la misma explicación que le di a ella:
Mi padre no decía «que pases un buen día». Mi padre siempre que se despedía decía: «Sé feliz». Fueron las últimas palabras que le escuché cuando me despedí de él horas antes de que muriera… sin saber que eso iba a pasar. Y puedo poner la mano en el fuego porque fueron también las últimas palabras que cualquiera escuchó de él al despedirse. La gente que recibió cariño de mi padre, me devuelve un poco de ese cariño de esta forma.
Mi amiga me dio un abrazo y nos despedimos, me dijo «sé feliz» y yo la sonreí. Hace ya algo más de un año que mi padre ya no nos dice «Sed felices». Pero su eco resuena por todo mi barrio. Y ya casi no lloro cuando lo escucho.
Por favor, SED FELICES.
Yo también perdí a mi padre y entiendo cada palabra que me dejas leer. Déjame decirte, Rosa, que esto es una auténtica maravilla.
Muchas gracias, J. Se le echa de menos cada día, pero siempre hay cositas que nos ayudan a llevarlo mejor.
Un abrazo.
Qué bonito, Martínez. :))